viernes, 31 de enero de 2014

LOS PRIMEROS COLONOS DEL VALLE DE CAMPANILLAS II


La vivienda
       
       Los trabajadores de un cortijo podían ser fijos o temporeros. Los fijos tenían trabajo todo el año y vivían en alguna de las dependencias que el cortijo tenía destinadas a los trabajadores o en chozas que ellos se construían, con el permiso del propietario, en las inmediaciones de la hacienda donde trabajaban. Los trabajadores temporeros sólo estaban durante la temporada de la vendimia, vivían en barracones que había en el mismo cortijo o en los pajares. Como cama tenían un lecho de paja donde dormían tapados con un saco.
      Disponían de poco vestuario, en algunos casos no llegaban a tener una muda de quita y pon. Los trabajadores temporeros iban una vez al mes a su casa para cambiarse de ropa, si no podían ir eran los cosarios los encargados de traerles la muda limpia cada quince días. En los días lluviosos de invierno, si se mojaban y no tenían para cambiarse se secaban arrimándose a la candela que procedía del humero. Como la ropa se secaba sobre el mismo cuerpo eran frecuentes las pulmonías y enfriamientos.
      Por otro lado no existía la asistencia sanitaria. En estos años de finales del siglo XIX y principios del XX, en Campanillas no había médico y aunque lo hubiera la clase trabajadora no se lo podía costear con los salarios que tenía.

Las comidas  

            Las comidas se hacían en el cortijo y solían ser numerosas pero necesarias. Estaban distribuidas en el siguiente orden:
El desayuno sobre las siete de la mañana.
A las nueve un gazpacho fresco o caliente según la época del año. El gazpacho frío estaba compuesto de: pan migado, vinagre, cebolla y sal. El caliente se le llamaba maimones o puchas y estaba cocinado a base de pan, aceite y sal.
A las doce de la mañana se tomaba el almuerzo que estaba compuesto de arroz hervido con aceite y sal.
A las cuatro de la tarde se volvía a tomar otro gazpacho y por último, al finalizar la jornada de trabajo se tomaba la olla a base de tocino y arroz.
            Durante las comidas los trabajadores se reunían alrededor de un lebrillo y cada uno con su cuchara iba comiendo del recipiente, se hablaba y se comentaba  de lo que ocurría en la zona o en España. Si tenían la suerte de tener algún periódico, aquél que sabía leer les leía las noticias y comentarios que estaban de actualidad.
            Los temas de conversación variaban según la ocupación de cada uno, si eran gañanes, boyeros o porqueros pues hablaban del ganado; de los vinos y de las uvas si eran pisadores etc. Un  tema muy recurrente en las conversaciones era el de las comidas en los distintos cortijos de la zona; en unos se comía bien, en otros regular y en otros mal, dependiendo del propietario y del casero o casera encargados. Entre los trabajadores siempre había personas ingeniosas y con facilidad para hacer coplillas, en una de ellas se habla sobre un plato cocinado en aquella época, dicha letrilla decía así:
“Al mismo rey Amadeo he de escribir un papel que ni los mismos hebreos habrán visto de comer calabaza con fideos”
A veces la conversación se callaba y alguien contaba una historia. El narrador solía tener un don especial para hacer que una historia cualquiera fuera divertida o dramática  para captar la atención de todos los comensales. A continuación se narra una de las que más se escuchó en los cortijos de la zona.

Lo que le ocurrió a Frasco el de Frasquita en el puerto de la Zorrera
“Vivía Frasco en el Cotarro y venía a trabajar a los cortijos de la vega. Una tarde de regreso a su casa vio en el puerto de la Zorrera un horno o jorno de abejas, o lo que es igual un panal silvestre. Como era muy aficionado a la miel y no tenía dinero para comprarla pensó castrar el panal en el momento que pudiera. Tuvo que esperar algún tiempo, pues no era época para ello.
Llegó el mes de San Juan, como era costumbre llamar a junio y eligió una noche de luna llena para poder ver mejor. Salió de su casa al anochecer con las herramientas más apropiadas para este menester y empezó la faena. Al mismo tiempo que trabajaba vigilaba por si se acercaba alguien. Una de las veces que alzó la vista observó que por la zona de Maqueda venían dos bultos que le dio qué pensar, porque parecían la pareja de la guardia civil. Rápidamente pensó que si lo cogían a esa hora castrando un panal no sabía que le podría ocurrir, por lo que se escondió detrás de una piedra. Allí oculto no dejaba de mirar los dos bultos que se acercaban cada vez más, incluso escuchaba sus pasos. El pobre estaba muerto de miedo y lleno de picotazos de las abejas, pero cual fue su extrañeza que faltando pocos metros para que llegaran hasta donde él estaba, las figuras se difuminaron y desaparecieron.
Al pobre Frasco le entró un escalofrío impresionante al ver que había sido lo que se decía por aquel tiempo: un espanto o fantasma.
Se fue a todo correr a su casa donde llegó de madrugada, despertó a Frasquita y le contó lo que le había ocurrido.
Desde luego Frasco no volvió a comer más miel. Frasquita se lo contó a sus vecinas propagándose de esta manera este hecho que dio mucho que hablar en la vega de Campanillas.”



DOCUMENTACIÓN
Documentación del Archivo Díaz de Escovar

Las historias y anécdotas que se cuentan son de transmisión oral.








domingo, 26 de enero de 2014

LOS PRIMEROS COLONOS DEL VALLE DE CAMPANILLAS

Texto: Antonio Muriano
Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas

Una vez que la Diputación de Granada devolvió la gestión de las dehesas de Campanillas al Ayuntamiento y aprobadas las primeras leyes de desamortización, los arrendatarios de las tierras empezaron a acceder a su propiedad 
En un principio, los agricultores  tenían propiedad sobre cuatro fanegas de tierra que cultivaban con tan sólo una azada y sus propias manos, en el mejor de los casos contaban con un burro y poco más. La falta de medios para poner en producción la tierra y enfermedades como el paludismo hacían difícil la vida en la vega por lo que algún colono desesperado y con pocos recursos llegó a cambiar su parcela de tierra por una cabra. Entre los abandonos de tierras y las incautaciones por falta de pago, en poco tiempo la mayor parte de las tierras cayeron en manos de la burguesía malagueña que con mejores medios técnicos para roturarlas y cultivarlas hicieron de la vega una de las zonas más productivas de la provincia de Málaga. La burguesía, además de cultivar la tierra construyó hermosas mansiones que sirvieron de fincas de recreo y que le dieron al Valle de Campanillas un aspecto totalmente distinto al tenido hasta entonces. Se pasó de una economía al servicio de la ganadería a otra más productiva y comercial.
Los primeros pobladores y su modo de vida
           
Desde que se privatizaron las tierras de la vega de Campanillas se plantaron con vides europeas, lo que atrajo a gran número de personas para trabajar por cuenta ajena. Unos venían de pueblos de toda la provincia malagueña como El Burgo, Benagalbón, Almáchar, Macharaviaya, Totalán y otros, procedían de lugares cercanos a Campanillas como El Cotarro, Los Arias o Los Gálvez.
            Los jornaleros podían ser temporeros o fijos que permanecían en el cortijo todo el año, sólo faltaban cuando iban a sus casas para llevar algún dinero y cambiarse de ropa, cosa que ocurría generalmente una vez al mes. Cuando había más trabajo y no podían ausentarse mandaban el dinero por medio de un cosario que pasaba cada quince días por Campanillas.
             Desde los ocho años los niños empezaban a trabajar guardando ganado o llevando agua al tajo para los peones.
            El salario era de dos reales a mantenido y una peseta a seco. A mantenido se le descontaba la comida y a seco no. Los que vivían en los pueblos lejanos no tenían más remedio que quedarse a comer, con lo que el sueldo se reducía a la mitad.
            Los que vivían fuera del cortijo tenían que salir de sus casas de madrugada para poder estar en el tajo al amanecer ya que la jornada era de sol a sol.
El trabajo en la viña  ocupaba casi todo el año. En los meses de diciembre y enero se realizaba la poda, a continuación el arado de la tierra que se hacía con yuntas de bueyes y vacas. Se cavaban las viñas con azadas y cuando la viña volvía a brotar se hacía el azufrado y la fumigación con caldo bordelés a base de cobre. Se cortaban los sarmientos que no tenían fruto y por último la vendimia, que consistía en la recogida de la uva para llevarla al pasero, también llamado toldo y una vez la uva en el pasero había que darle la vuelta para que se secara y taparlos y destaparlos todos los días hasta que la pasa estuviera hecha.
            Cuando la uva estaba seca y convertida en pasa se comenzaba la faena en el propio cortijo. Había que clasificar el producto, para ello había expertos dedicados a este menester. Las pasas se clasificaban en racimos, catites y granos y a su vez en subclases que eran racimales, imperial, royaux, cuartas y quintas, los corrientes y los escombros. Finalmente eran envasadas en cajas de 10 kilos para ser enviadas a los almacenes que eran los encargados de exportarlas al extranjero. Los precios de las cajas de pasas oscilaban entre las dos y cinco pesetas.
            Las viñas pronto empezaron a sufrir plagas que serían el principio del fin de las mismas. La más temible de todas fue la filoxera que se corregiría injertando las vides americanas silvestres en vides europeas, pero la mayor parte de los productores se arruinaron con la plaga y no tuvieron recursos para empezar de nuevo, por lo que la producción decayó considerablemente y el cultivo de la vid se refugió en la zona de los Montes y la Axarquía; en la vega, las viñas desaparecieron y dieron paso a cultivos de regadío como la caña de azúcar.

   
Campesinos 
Arando  en la zona de los Arias


Trabajadores en el cortijo Jurado

Aguadoras

Arando con bueyes 

lunes, 20 de enero de 2014

LAS DEHESAS DE CAMPANILLAS III

Disposiciones reales para proteger las dehesas

            A pesar de existir una carta de merced de los Reyes Católicos, que otorgaba  la propiedad de las dehesas al cabildo de Málaga, los sucesivos monarcas las consideraron realengas y exigieron cada año al Ayuntamiento el pago de un impuesto especial por ellas. Al estar protegidas por el poder real el Ayuntamiento no podía venderlas, por lo que permanecieron intactas hasta el siglo XIX.
            La cría de yeguas y caballos era una actividad económica y estratégica muy importante. Casi podíamos decir que era una cuestión de estado, pues el caballo era el medio de locomoción más rápido y era usado tanto por la población civil como por el ejército. La mayoría de los reyes dictaron leyes a favor de que se mantuvieran las dehesas para la cría caballar.  Felipe II, en 1572 encomendaba a los corregidores propiciar las asociaciones de caballeros y ayudar en la organización de justas y torneos para fomentar la caballería; Felipe III, en 1614 se dirigió de nuevo a los ayuntamientos para que procurase por todos los medios a su alcance el auge y desarrollo de las instituciones caballerescas ; Felipe IV, en una real ordenanza de 15 de abril de 1637, decretó que se destinaran nuevas tierras para pastos y prohibía que las dehesas de la Fresneda y del Prado, fueran vendidas, pues habían de quedar perpetuamente para pastos de yeguas y por último Carlos III en 1789 dispuso, mediante una real orden que las dehesas pertenecientes a los Bienes de Propios fueran destinadas a la cría de caballos para el ejército y que el Ayuntamiento que no las tuviera, las arrendara con dinero de Propios. En Málaga esta medida afectó de manera determinante a las dehesas de Campanillas que pasaron a ser administradas por la Junta de Caballería, dependiente del Consejo de  la Guerra.


      
Administración y gestión llevada a cabo por la Junta de Caballería

            El 13 de septiembre de 1796 se creó la Junta Suprema de Caballería  que fue la encargada de administrar las dehesas de Campanillas a partir de entonces. Entre sus atribuciones estaban las de elegir los criadores de ganado, administrar y atender los gastos y necesidades de la granjería. Tuvo competencias absolutas sobre dicho ramo, independiente de cualquier otro tribunal que existiera en el reino. Impulsó notablemente la cría de caballos, tomando entre otras medidas la de construir una casa de montas donde alojar los sementales.
            En Málaga, la Junta de Caballería estaba integrada por hombres principales de la ciudad y la administración que hizo de las dehesas estuvo muy cuestionada. Era acusada de haber convertido la cría de caballos para el ejército en un negocio lucrativo para los componentes de dicha Junta y los propietarios  colindantes con las dehesas la acusaron en varias ocasiones de usurpación de tierras en nombre del gobierno. Así D. Gaspar de Cárdenas en representación de Dª Josefa de la Cueva, solicitó que fuera  revisado el término de los cortijos de Trévenez y Pocapringue, ambos de  propiedad de su representada,  pues al parecer la Junta le había usurpado parte de las tierras.
             De cualquier manera, los terrenos de las dehesas se siguieron arrendando en parcelas de 4 fanegas cada una a jornaleros y labradores en su mayoría residentes en la capital.

Las desamortizaciones y sus consecuencias sobre las dehesas

          En 1820, un grupo de jornaleros y braceros de la zona de Colmenarejo solicitaron al Ayuntamiento que los terrenos que tenían en arriendo en las dehesas les fueran concedidos en propiedad, amparándose en el decreto promulgado por las Cortes de Cádiz el 4 de enero de 1813, según el cual se ordenaba el reparto de los Bienes de Propios y Comunes pertenecientes a los Ayuntamientos. A esta petición se unió la que hicieron en toda España los soldados licenciados después de la Guerra de Independencia, que no tenían medios paga ganarse la vida al no tener oficio que ejercer ni tierra que cultivar.Estas peticiones realizadas junto con las continuas críticas que recibía el cabildo malagueño por la mala gestión de la Junta de Caballería, llevó a esta institución a iniciar un litigio para recuperar las administración de las dehesas. Este litigio que duró casi 15 años fue resuelto en 1834 por la Diputación de Granada que falló a favor del Ayuntamiento.

Una Real Cédula de 24 de agosto de 1834 abolió los privilegios concedidos a los criadores de yeguas, por lo que habiendo cesado en el objeto para el que fueron cedidas las citadas dehesas y construido el picadero, el gobierno procedió a la venta de los sementales existentes y el Ayuntamiento se incautó de los bienes como correspondientes a Propios. La casa de montas se destinó a matadero municipal y en 1835 se empezaron a repartir las parcelas entre los que lo habían solicitado.       
            En un principio las zonas repartidas fueron las más cercanas al río y las laderas de los montes. El terreno no era muy favorable para el cultivo, al estar situadas la mayoría de las suertes en terrenos pedregosos. Para poder acceder a la propiedad de las 4 fanegas que formaban una suerte, los labradores tenían que demostrar que cultivaban la tierra desde antes de 1834, para ello bastaba con el testimonio de algún vecino. En muchos casos, los titulares habían fallecido pero los hijos tenían opción a comprarla. La cesión no fue gratuita, sino que se hizo a censo perpetuo, es decir, que cada año se pagaba el 3% del valor de la finca en monedas de oro y plata. El valor medio de cada parcela dependía de su situación geográfica, las zonas más montuosas eran más baratas que las zonas de vega.
            El propietario y sus herederos además de pagar el censo anual tenía las siguientes obligaciones: labrar y cultivar la tierra, no partirlas ni dividirlas y les estaba prohibido vender la cosecha a extranjeros.
            Algunos labradores compraron más de una parcela que con frecuencia no eran colindantes, por lo que entre ellos se realizaban permutas para facilitar el cultivo. Esta época coincidió con la de mayor expansión del viñedo en Málaga, por lo que gran parte de los agricultores plantaron viñas en sus tierras y se introdujeron en el circuito productivo de la vid. 


Bibliografía y fuentes:


Archivo Municipal de Málaga legajos 60  y 27 C

Bejarano Robles, Francisco: Los Repartimientos de Málaga. Ayuntamiento de Málaga. Málaga.1985.

Cabrillana de Ciézar, Nicolás: Las desamortizaciones de Madoz en la provincia de Málaga: Ventas Judiciales. Ministerio de Cultura. Madrid. 1990.

Molino Peregrina, J. y Gómez Martín, P: El partido rural de Campanillas a finales del siglo XIX. Jábega nº 95. Diputación Provincial de Málaga. 2006
  
  

sábado, 18 de enero de 2014

LAS DEHESAS DE CAMPANILLAS II

Administración y gestión de las dehesas hasta 1789

           
            Las dehesas de Campanillas lindaban por el este con tierras de Juan Granados, por poniente con la Cañada de Lira, al norte con el Cerrado de Chinchilla y por el sur con el camino de Cártama. Tenían una extensión aproximada de 900 hectáreas, la mitad de las cuales eran de labor y la otra mitad se dedicaba a pastos.
       La parte de dehesa dedicada a labor se arrendaba a jornaleros o labradores modestos. A los agricultores les estaba prohibido construir ningún tipo de vivienda ni habitáculo para guardar los aperos para no crear vinculación con la tierra y no dar pie a las usurpaciones. Además tenían la obligación de mantener los linderos limpios de zarzas y de guardar la paja y rastrojos para el ganado que pastaba en la dehesa. En total se hicieron 104 parcelas de 4 fanegas cada una. El pago de la renta se realizaba en dos veces, una cuando se recogía la cosecha, en julio, y la otra en diciembre.

            Durante este periodo la administración de las dehesas correspondió a la Junta de Bienes de Propios, estos bienes eran propiedades tanto rústicas como urbanas de los municipios y constituían una importante fuente de ingresos para el Ayuntamiento. El Mayordomo  de Propios era el administrador de todas las rentas que el ayuntamiento de Málaga recibía por este concepto. En el siglo XVII, las dehesas de Campanillas ingresaban al cabildo de Málaga 544.000 maravedíes y a finales del siglo XVIII 301.638 reales. Parte de estos beneficios se destinaron a la creación de  un montepío de vinateros con el fin de remediar los males causados por años adversos para la  agricultura y proporcionar capitales a los labradores. Además durante un tiempo sirvieron para costear los vestuarios de las milicias que estaban destinadas en la capital.

martes, 14 de enero de 2014

LAS DEHESAS DE CAMPANILLAS

Introducción
           Texto: Josefina Molino
           Dibujo: Salvador Bonet

           Durante las guerras de Reconquista y tras la toma de Antequera en 1410 por las tropas castellanas, las aldeas de Campaniles y Cupiana se convirtieron en zona fronteriza entre cristianos y musulmanes. Por este motivo, durante más de ochenta años se vieron sometidas a continuos saqueos, lo que les provocó un deterioro físico y el abandono de la mayor parte de la población. La ruina que les causó la guerra y la necesidad de dotar a Málaga de un gran término municipal, hicieron que una vez conquistada la ciudad de Málaga en 1487, los Reyes Católicos no se plantearan reconstruir ni repoblar las tierras que durante tantos años habían sido destruidas, sino que las incluyeron en el término municipal de la capital malagueña.
            En junio de 1488, mediante una carta de merced, los Reyes Católicos donaron a la ciudad de Málaga todas las villas y lugares que componían los valles del Guadalhorce y del Campanillas. Entre estas villas se encontraban las de Cupiana y Campanillas. La mayor parte de las tierras se dedicaron a dehesas para ganado. En las de Cupiana pastaban vacas y animales de tiro de carretería y de labranza. Al ser comunales sólo podían ser utilizadas por los vecinos de Málaga. Las dehesas de Campanillas estaban formadas por las de la Fresneda y del Prado, pertenecían a los Bienes de Propios y en ellas pastaba el ganado yeguar.

jueves, 9 de enero de 2014

LA TORRE DEL PRADO DE CAMPANILLAS


Texto: Josefina Molino
Fotos: Manuel Rivera



En la provincia de Málaga podemos encontrar dos tipos de torres almenaras, las que jalonan la costa malagueña desde Estepona hasta Maro y otra línea interior que delimitó en su día el territorio fronterizo entre el reino de Granada y el de Castilla.
            El sistema de vigilancia a través de torres se remonta a la época de los fenicios que ya lo utilizaban en el norte de África, los romanos también hicieron uso de ellas, aunque fueron los musulmanes los que las utilizaron de manera más eficaz en la vigilancia de fronteras.
            Las torres almenaras o de rebato tenían forma cilíndrica, se emplazaban en un lugar alto y con visibilidad de sus dos inmediatas para poder propagar la cadena de alarma. Se utilizaban sobre todo para avisar de las incursiones que los cristianos hacían en tierras del reino de Granada para arruinar las cosechas, robar ganado y llevarse prisioneros.         Las señales se hacían con fogatas si era de noche o con espejos si era de día.

La torre del Prado



La torre del Prado aparece por primera vez en el Repartimiento de Málaga con el nombre de Torre Quebrada o Torre Fajardo. Se construyó en época nazarí. Estaba situada sobre dos grandes peñas a una altura de 200 metros, desde ella se pueden divisar las torres del castillo de Cártama a 8 km., la del Atabal a 4,5km., Cupiana a 4,6 km. y Almogía a 11 km.
            La torre tenía forma cilíndrica con un diámetro aproximado de 4 metros, no es posible saber su altura porque está cortada. Está construida con ladrillos y con mampostería de piedra arenisca roja. En las cercanías aparecen estructuras similares a la de la torre de restos que podían ser de una vivienda.
            Cuando fueron expulsados los árabes, la torre se utilizó para fiscalizar y vigilar la actividad de  la dehesa del Prado, que era propiedad municipal y en la que pastaban caballos.
En la actualidad el deterioro de la torre ha hecho que sólo se divise la peña que la sustenta por lo que es conocida como “La Piedra de la Torre”.




Bibliografía:
Molina Cobos, Antonio: Cuatro torres almenaras en los Montes de Málaga.
 Jábega 49. Málaga 1985
Temboury Álvarez, Juan: Torres Almenaras. Ayuntamiento de Málaga. Málaga 1975
Plan General de Ordenación Urbana de Málaga







domingo, 5 de enero de 2014

LA ALDEA DE CUPIANA

       
Texto: Josefina Molino
Dibujos: Salvador Bonet

  Cupiana junto con Campaniles fueron las aldeas más importantes que hubo en el valle del río Campanillas hasta el siglo XV.
            El origen de Cupiana  parece estar en una hacienda rural de la época del Bajo Imperio romano. Los restos que se conservan se hallan situados en un macizo calcáreo que se asoma al arroyo Cupiana, afluente del Campanillas. Está tipificada como una alquería medieval que tuvo su momento más importante entre los siglos XIII y XV, en estos años llegó a tener hasta 140 habitantes.
            El poblado tenía torres y muralla defensiva, lo que no impidió que durante las guerras entre musulmanes y cristianos fuera saqueada en varias ocasiones. La primera  de ellas se produjo en tiempos de Juan II. En 1432 Gómez de Rivera entró a talar Málaga y taló el valle de Campanillas y Churriana; era 1455 cuando las tropas de Enrique IV quemaron a rebato Cupiana, en esta campaña las tropas castellanas no se limitaron a quemar y arrasar los alrededores de Málaga, sino que llegaron a enfrentamientos militares con el ejército musulmán. Galíndez Carvajal, en su Crónica de EnriqueIV nos relata que el monarca llegó a poner su real durante unos días en Cupiana. Otro cronista de la época, Alonso de Palencia, acerca de ese mismo hecho da una versión diferente. Según este historiador, el punto de partida de las tropas castellanas no fue Álora, sino en Écija y el rey, tras penetrar por la Vega del Guadalhorce con la intención de destruir terrenos y poblados árabes, cambió de estrategia y pactó con el príncipe nazarí Saad, cesando la tala y la destrucción iniciada. A pesar de esto, Cupiana fue arrasada por una parte importante del ejército mercenario castellano, que haciendo caso omiso de las órdenes del rey entró en la aldea. Como resultado de este hecho, la crónica nos relata que una vez enterado Enrique IV mandó cortar las orejas a los participantes en dicha algarada. A este respecto Guillén Robles apunta que el monarca lo hizo porque ambicionaba para sí los vergeles quemados una vez conquistada Málaga.

Tras la muerte de Enrique IV, las fronteras cristiano-musulmanas vivieron años de relativa paz debido a la guerra civil entre los seguidores de Isabel, hermana de Enrique y su hija Juana. Al terminar la contienda, los Reyes Católicos fortalecidos por la victoria y por el hecho de haber unido los dos reinos más poderosos de la Península, Castilla y Aragón, emprendieron la tarea unificadora con gran perseverancia. Se movilizó gran cantidad de recursos, tanto humanos como económicos y militares. Todos contribuyeron al esfuerzo, la nobleza, las ciudades e incluso gentes de otros reinos. Se combatió con gran dureza. Así en 1484, las tropas de Fernando el Católico, concentradas en Antequera con un ejército de seis mil hombres de caballería y doce mil de infantería, bien armados y con aperos para talar, se dispusieron a arrasar la Vega del Guadalhorce, destruyendo las tierras de Cupiana, no dejando huerta, viña ni árbol alguno, derribando los molinos de la ciudad.
En 1485, Coín y Cártama son tomadas por las tropas cristianas y “… los moros de las villas de Churriana, Cupiana, Campanillas, Fadala, Alhaurín y Guaro, recelándose muertos o cautivos desampararon estas  villas y se fueron a otras partes con los bienes que pudieron llevar. Sabido esto por el Rey,  mandó derribar todas sus torres y muros y también la torre del Atabal…” según cuenta García de la Leña en sus Conversaciones Históricas Malagueñas.

Y de esta manera la aldea de Cupiana desapareció como tal, perviviendo el nombre en el arroyo que discurre cerca de su antigua ubicación y en las dehesas que se constituyeron en la zona tras la conquista de Málaga. 


BIBLIOGRAFÍA:
CABRILLANA DE CIÉZAR, N.: El problema de la tierra en Málaga: pueblos desaparecidos.   Granada 1977.
GARCÍA DE LA LEÑA, C. : Conversaciones Históricas Malagueñas. facs.1789. Málaga 1981
GUILLÉN ROBLES, F.:  Historia de Málaga y su Provincia. C.S.I.C. Málaga 1874.
LÓPEZ DE COCA Y CASTAÑER, J.E.: La tierra de Málaga a fines del siglo XV.
Málaga 1983