domingo, 30 de marzo de 2014

LA PRODUCCIÓN DE PASAS EN CAMPANILLAS

Texto: Josefina Molino
Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas

            En Campanillas, la producción de pasas alcanzó su máximo en los primeros años del siglo XX. Todas las grandes empresas exportadoras tenían paseros en Campanillas o compraban la producción a los cortijos de la zona. Hijos de Pedro Valls y F.C. Bevan comercializaban pasas recolectadas en Sta. Matilde, el Conde, el Tarajal, hacienda S. Ginés o cortijo Victoria.   
            Una hacienda de tipo medio, dedicada a la producción y envasado de pasas, podía llegar a tener una extensión de 50 hectáreas, la mitad de ellas dedicadas a viñedos. Entre sus dependencias no podían faltar los paseros para secar la uva, la estufa y una nave de envasado. Los paseros ocupaban una hectárea aproximadamente y se ubicaban en lugares inclinados y muy soleados donde, sobre un lecho de tierra, se extendía la uva. El proceso de deshidratación natural del fruto duraba unos 20 días y requería abundante mano de obra al ser un trabajo muy delicado. Parte de la faena consistía en darle la vuelta a los racimos y, al atardecer, tapar los paseros para que no se mojaran con el rocío de la mañana.   
            A Campanillas solían venir trabajadores temporeros de otros lugares de la provincia. Normalmente los cortijos los albergaban en barracones y una vez terminada la temporada volvían a sus lugares de origen. Para que nos hagamos una idea, en un almacén de clasificación y envasado de pasas podían trabajar unas  40 personas, la mayoría clasificaban y escogían los racimos aptos para su comercialización y los más expertos eran los encargados de su envasado. En lo que podíamos llamar “temporada alta de trabajo” una hacienda dedicada exclusivamente a esta actividad podía emplear a unos 100 trabajadores/as, aproximadamente.
            Como la mayor parte de la producción se exportaba, se cuidaba mucho la presentación, tanto en el embalaje como en el etiquetado. Alemania, Francia, Inglaterra y Finlandia son algunos de los países europeos que importaban pasas de Málaga.


Postal de la casa Barceló 
Certificado en el que consta donde son cosechadas las uvas 

Portal de la empresa Valls donde consta los cortijos donde se cosechaba las uvas que luego se convertían en pasas

Plantilla del cortijo Quintana

Etiqueta  de pasas de la empresa Valls para 

Etiqueta de pasas

Nave de envasado de pasas de Somera

Nave de envasado de pasas en el cortijo S. Ginés

Paseros en el campo

martes, 25 de marzo de 2014

LOS VINOS DE CAMPANILLAS

Sala de embotellado de la bodega de Francisco Ruiz

Texto: Josefina Molino
Fotos: Archivo Fotográfico y
 Documental de Campanillas

Sala de toneles de la bodega de Francisco Ruiz









La producción de vinos y pasas es una actividad económica que forma parte de las señas de identidad malagueñas. Desde la antigüedad, los vinos y pasas de Málaga  se han reconocido y apreciado como productos exquisitos.
Bodega de Francisco Ruiz
            No está muy claro si fueron los griegos o los fenicios los que importaron el cultivo de la vid, pero está documentado que los romanos ya elaboraban vino con uvas cosechadas en la vega del Guadalhorce. Los árabes  vieron en su elaboración una buena fuente de ingresos y a pesar de la prohibición coránica fomentaron su producción; los Reyes Católicos, por su parte, auspiciaron la creación de una Hermandad de Viñeros que controlara su calidad y ayudara a su comercialización.
            Los vinos de Málaga alcanzaron su fama internacional en el siglo XVIII.  Se cuenta que en 1791 el embajador español en Moscú obsequió a la zarina de Rusia, Catalina II, con unas cajas de vino y le gustó tanto, que eximió de impuestos a todos los caldos malagueños.

            Por su parte las pasas de Málaga alcanzaron fama internacional en la segunda mitad del siglo XIX y se convirtieron junto con el vino en uno de los productos más rentables de la economía provincial.
                   Aunque como estamos viendo el cultivo de la vid es muy antiguo, es en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX cuando alcanza su cenit. En estos años, la presión demográfica  por el aumento de la población y las leyes desamortizadoras de los gobiernos liberales hicieron que muchas tierras que permanecieron incultas hasta entonces, se roturaran y se pusieran en cultivo. 


Los vinos de Campanillas


A finales del siglo XIX, entre 1865 y 1880, en la provincia de Málaga se produjo un aumento espectacular del cultivo de la vid. Todas las tierras que se roturaron en esos años fueron destinadas a viñas. En Campanillas coincidió con la privatización de las dehesas y podemos decir que prácticamente todos los nuevos propietarios, pequeños y medianos plantaron vides. En 1880 había sembradas más de 600 ha. de viñedos. La variedad cultivada era la Moscatel de Alejandría pues los terrenos esquistosos e inclinados eran buenos para ello al no retener apenas el agua, dando así unos frutos de finos aromas y dulce sabor, que servían tanto para la elaboración de vinos como de pasas.


A pesar de que el cultivo de la vid  en Campanillas se venía practicando desde muy antiguo, es de principios del XX cuando se tiene constancia de que en los principales cortijos hubiera lagares para la elaboración de vino. El cortijo Jurado, hacienda Quintana, hacienda Sta. María o hacienda S. Francisco son algunos de ellos. El vino elaborado en estos lagares se comercializaba con el nombre genérico de Moscatel de Málaga.
            La bodega Barceló y Torres, propietaria de las haciendas S. Enrique y S. Antonio, tenía a gala el poseer viñedos en la vega de Campanillas y así lo explicaba en su publicidad; lo mismo ocurría con la compañía F.C. Bevan de la que encontramos diversas postales con escenas de la vendimia en la vega; otras como Schotlz y Pérez Texeira  comercializaron un vino denominado “Moscatel Campanillas”. Incluso la casa Larios puso en el mercado la marca “Moscatel Colmenares”, haciendo clara alusión al cortijo Colmenares del que eran propietarios.
            Para la elaboración del vino de Campanillas se extendían las uvas al sol durante una semana y así adquirían una semipasificación y mayor concentración de azúcares en el mosto. Los lagares, que existían en algunos de los cortijos, estaban formados por un suelo de grandes losas de piedra donde se tendían los racimos y allí se rompían con golpes dados con un artilugio de madera que llamaban “Tarabita”. Luego se llevaba a cabo la “pisa” realizada por un conjunto de hombres que, calzados con alpargatas de esparto y con los pantalones remangados hasta las rodillas, ejecutaban una especie de danza sobre los racimos hasta dejarlos hechos una masa o pasta. En un extremo del lagar a más bajo nivel  que el suelo, había una pequeña alberca llamada  “trujal” donde se recogía el mosto que se iba desprendiendo de la “pisa”. A este primer jugo se  llamaba “lágrimas”; al que se obtenía aplicando una mínima presión sobre la masa se le llamaba “mosto de yema” y finalmente quedaba el que se obtenía del prensado de la masa.Al fermentar estos tres tipos de mosto por separado se obtenían tres variedades de vinos: Naturales,  Maestros, y Tiernos. 
           Una vez terminada la fermentación los vinos quedaban turbios por las impurezas en suspensión de las materias sólidas del fruto y del efecto de las levaduras. Para clarificarlos había que trasegarlos a otras vasijas donde se les añadían otros productos. Los más utilizados para este proceso eran la sangre de vaca que se recogía de los mataderos y las claras de huevo batidas a punto de nieve.
            Después de clarificarlos se filtraban para conseguir su total limpieza y brillantez. Para que los vinos consiguieran un equilibrio de aromas y sabores se tenían un determinado tiempo en botas de madera de roble americano, así adquirían carácter y “cuerpo”.  La fase de crianza tenía que durar al menos dos años y  a partir de ahí dependiendo del tiempo que permaneciera en botas, tendría más o menos añejamiento.
             A finales  de la primera mitad del siglo XX se cerró el último largar de Campanillas, era propiedad de  Francisco Ruiz. La mayoría de los vecinos más antiguos lo conocían como “el lagar de Frasquito Ruiz” y estaba ubicado en la calle Ruiz y Maíquez, popularmente conocida como “la longaniza”. En esta bodega se elaboraba vino que se consumía tanto en las tabernas de Campanillas y Málaga como en las de los pueblos de la comarca del Guadalhorce.





También se comercializó vinagre con el nombre de Campanillas





Etiquetas donadas al Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas por Manuel Martínez Molina

Bibliografía y fuentes:


Archivo Municipal de Málaga legajos 60  y 27 C

Bello Zambrana, Francisco: Los vinos de Campanillas en Memoria Gráfica de Campanillas.  Círculo Cultural Campanela. Málaga 2001.

Justicia Segovia, A y Ruiz Sinoga, José D.: Especialización agrícola y desarticulación del espacio. La viticultura en Málaga durante el siglo XIX.  Servicio de publicaciones de la Diputación Provincial de Málaga. 1987.

Molino Peregrina, J. y Gómez Martín, P: El partido rural de Campanillas a finales del siglo XIX. Jábega nº 95. Diputación Provincial de Málaga. 2006


Valencia Díaz, Félix: Monografía sobre los vinos de Málaga. Salamanca 1980.

Testimonios orales de Manuel Martínez Molina y Luis Guerado


martes, 18 de marzo de 2014


EL CORTIJO COLMENARES

Texto: Josefina Molino
Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas

            El cortijo Colmenares, donde actualmente se ubica el Club de Golf Guadalhorce, es una antigua hacienda rural cuyo origen se remonta al siglo XVI, aunque su fisonomía actual es debida a obras realizadas en el siglo XIX.
          En 1487, cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad de Málaga, repartieron sus tierras entre los nobles que habían  ayudado en su conquista y los pobladores que estuvieron dispuestos a establecerse en ella. En el libro de Repartimientos aparece un tal Pedro de Colmenares, criado de Garcí Fernández Manrique, que obtuvo tierras en la vega del Guadalhorce. ¿Puede ser este colono el primer propietario de la hacienda Colmenares?  Es posible que así sea, pues la situación geográfica de la finca coincide con la descrita en el libro de Composiciones de 1581: “Cortijo de Colmenares entre el soto y el río de Gaudalquebilexo (Guadalhorce) començando desde la línea del dicho Colmenares leyendo hazia Málaga lindando por mano derecha con el carril y sedazo hasta dar por baxo de la hoá que llaman de pano de Cabeza ques del dicho Colmenares y por la parte de abaxo lindan las dichas tierras con el río de Campanillas dexando el soto y paso para los ganados a la mano derecha viniendo desde Málaga…

           En el siglo XVIII, en el Catastro del Marqués de la Ensenada aparece como propiedad dedicada al cultivo de productos de secano y se constata la existencia de una vivienda.
        A principios del siglo XIX figura como propietario D. Nicolás Alcalde y era una de las haciendas más prósperas de la vega, con una renta cercana a los 9000 reales. Por otro lado en el Archivo Municipal de Málaga hay un documento de 1835 en el que se solicita el deslinde y amojonamiento de las fincas que rodeaban la Dehesa del Prado. Entre estas fincas se encontraba el  cortijo Colmenares, propiedad de D. Antonio Colmenares, según figura en dicho documento. Desconocemos la relación de parentesco de éste con el primer colono Pedro de Colmenares y también en que momento accedió a la propiedad de la finca y por último decir que a finales del siglo XIX la propiedad pasó a manos de la familia Larios.

El cortijo Colmenares fue convertido por los Larios en una gran mansión con reminiscencias inglesas. No está muy claro quien lo diseñó, aunque algunos autores lo atribuyen a Diego Clavero Zafra, arquitecto cercano a la familia y que construyó entre otros edificios el Asilo de las Hermanitas de los Pobres. Las estancias de este cortijo se disponen en forma de U en torno a un patio.


 
Fachada posterior 

La entrada corresponde a la de una villa aristocrática clásica. Tiene un cuerpo principal adelantado al que se accede a través de una escalinata con una entrada sobre arco de punto resaltado.En el primer piso sobresale un balcón central y se remata todo con un frontón triangular.
En el interior destaca la escalera imperial de doble rampa que da acceso al piso superior.





Escalera estilo imperio

 Otro elemento importante del conjunto es la capilla, construida al estilo neo-gótico. En la fachada destacan los arcos apuntados de las ventanas y en el interior una pequeña cúpula ojival.
            Rodeaba toda la casa un hermoso jardín romántico con rocallas y surtidores de los que aún quedan algunos vestigios.
Interior de la capilla

Fachada de la capilla
  
  Sin duda esta casa y sus jardines fueron testigos de acontecimientos históricos y entre sus muros, probablemente  hombres de estado como Cánovas del Castillo o el mismo rey Alfonso XII trataron cuestiones de alta política.


 Bibliografía y fuentes:

Aguilar Simón, Agustina (1999): Comentarios en torno a un documento sobre la propiedad rural en el municipio malagueño del siglo XIX. Isla de Arriarán, rev. cult.. cient., 14. Asociación Cultural Isla de Arriarán.Málaga.

Archivo Municipal de Málaga
Cortijos haciendas y lagares de la provincia de Málaga (2001). Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes. 




























lunes, 10 de marzo de 2014

LOS CORTIJOS DE LA VEGA DE CAMPANILLAS:


Mendieta Está situado cerca de la Fresneda. A comienzos del siglo XIX pertenecía a Tomás Rocha que declaraba obtener una renta anual de 2.200 reales. En este cortijo el historiador malagueño del siglo XIX, Guillén Robles escribió su libro “Málaga musulmana”.

El Pilar: Situado cerca del arroyo Cupiana, este cortijo es importante porque guarda en su subsuelo los restos de una villa romana, origen de la aldea Cupiana.

Cortijo Quintana a finales del siglo XX
Quintana: A principios del siglo XIX su propietario era J. Pedro Casado. Producía una renta anual de 7.000 reales. Un siglo más tarde la hacienda pertenecía a José Gálvez Ginachero. Hasta mediados del siglo XX este cortijo sirvió de lugar de referencia  para la población que vivía en la zona alta del valle. Tenía capilla, molino de aceite y tienda

La Perla: Fue construido en 1860. En los años sesenta del siglo XX en sus tierras se cultivaban olivos  y almendros.

Cortijo La Perla a finales del siglo XX
Somera: Su primer propietario fue Ignacio Fernández de la Somera de profesión ingeniero. A principios del siglo XX fue importante la producción de pasas  para lo que tenía dos naves dedicadas al secado.

Cortijo El Ciprés: El cortijo El Ciprés estaba situado en la margen derecha del río Campanillas, lindaba al norte con el cortijo Mallorquín, al este con el río Campanillas y al oeste con Sta. Rosalía- Maqueda. El primer propietario conocido fue Juan Sánchez Lafuente que también lo era del cortijo Mallorquín a finales del siglo XIX. Se dice  que la familia de Pablo Picasso era vecina del primer propietario Juan Sánchez y que les unía una estrecha amistad por lo que es posible que Picasso de niño viniera a pasar algunas temporadas al cortijo.
 En los años cuarenta del siglo XX la hacienda pertenecía a la familia Romero Luque. En los años setenta, parte de las tierras se vendieron a la empresa estadounidense Caterpillar  y en la década de los noventa el Ayuntamiento de Málaga adquirió el resto de la hacienda para ubicar en ella el Parque Tecnológico de Andalucía. Después de ser restaurado, el cortijo es la sede principal de la administración del parque conviviendo con edificios modernos y vanguardistas.
Cortijo El Ciprés. Año 1926


Cortijo con paseros

Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas
Texto: Josefina Molino

lunes, 3 de marzo de 2014

LOS CORTIJOS DE LA VEGA DE CAMPANILLAS: EL CORTIJO VICTORIA



El cortijo Victoria se encuentra en plena vega, muy cerca de la desembocadura del río Campanillas en el Guadalhorce.
Su primer propietario fue Manuel Viana-Cárdenas Márquez, que adquirió las tierras al Ayuntamiento de Málaga durante el proceso desamortizador decretado por las Leyes de Desamortización de los Bienes de Propios.
Manuel Viana-Cárdenas nació en 1797, su padre, Antonio Manuel Viana Cárdenas, era capitán agregado al Estado Mayor en Málaga, él en cambio se dedicó a la explotación de varias fincas rurales, unas en propiedad, como el cortijo Victoria  y otras en arriendo, como las tierras que mantenía alquiladas en el cortijo Quintana.
Cortijo Victoria a finales del siglo XX
La hacienda que agrupó en torno al cortijo Victoria tenía una extensión de veintisiete hectáreas aproximadamente, su principal actividad agrícola fue el cultivo de la vid para la producción de pasas, pues tenía secadero y estufa.
La casa principal fue construida en 1853 y según consta en un placa que adorna la fachada principal fue el primer cortijo que se edificó en la vega. Además de casa principal tenía capilla y vivienda para los trabajadores.
Este cortijo al igual que en el cortijo S. Ginés se mantiene el estilo tradicional de casa de campo andaluza. 
Durante la primera mitad del siglo XX, el dueño de la finca fue Miguel Muro Moreu, Intendente Militar que falleció en Málaga el 18 de septiembre de 1952. Los colonos y trabajadores de la hacienda colocaron una placa similar a la primera en homenaje a su persona. Por último señalar que a finales del siglo XX los propietarios  eran Salvador Martín Aguilar y Francisco Sánchez, antiguos colonos de la hacienda.

Texto completo de la placa 1
Placa 1
Placa 2