Juan Blas Martos y José Peláez, barberos de Campanillas.
lunes, 18 de abril de 2016
sábado, 2 de abril de 2016
HUERTA SALINAS
Lo que se ha conocido como Huerta Salinas es, en la
actualidad, un grupo de calles entre las que están: Seda, Ceres, Hortensia y
Vázquez II. Los terrenos donde se ubican
se parcelaron a finales de los años sesenta del siglo XX. Su propietaria era
Trinidad Rodríguez Vega, que los heredó de su tío político Augusto Gálvez
Sánchez.
Los solares que se pusieron a la venta tenían una superficie
media de 120 metros cuadrados con un precio aproximado de 100.000 pesetas
(600,00 €) La mayoría de los compradores
eran parientes entre sí y las viviendas son de auto-construcción.
El
saneamiento, asfaltado y alumbrado de estas calles fue costeado por el
Ayuntamiento de Málaga y los vecinos a razón de 15.000 ptas (90,00€) por
vivienda. Las obras duraron dos años,
desde 1982 hasta 1984.
Calle Hortensia |
lunes, 7 de marzo de 2016
SER MUJER EN CAMPANILLAS DURANTE LA POSGUERRA
Después
de la Guerra Civil, las mujeres también sufrieron las represalias del régimen
franquista. Muchas de ellas fueron acusadas de colaborar con los republicanos por
lo que fueron peladas a rape, “las pelonas”, y obligadas a tomar aceite de
ricino.
El hambre y la miseria de la posguerra acarrearon una serie de enfermedades como el
tifus o la tuberculosis que diezmaron notablemente la población. Muchas mujeres
quedaban viudas con hijos y sin recursos económicos para salir adelante.
Todas vencieron las dificultades económicas y sociales
que se les presentaron y consiguieron ser un ejemplo de lucha y sacrificio para propios y extraños.
Durante
el franquismo, la Sección Femenina era la institución encargada
de inculcar y divulgar los valores tradicionales en las mujeres. Se Creó el
Cuerpo de Divulgadoras Rurales Sanitario-Sociales con el fin de enseñar en los pueblos normas
básicas sanitarias y sociales entre las mujeres.
En
la década de los cincuenta, componentes
de este grupo vinieron a Campanillas en
verano. Se alojaron en tiendas de campaña que instalaron en el
jardín de la Casa de Recreo, en Somera.
Componentes de la Sección Femenina en Somera |
sábado, 5 de marzo de 2016
SER MUJER EN CAMPANILLAS DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
A principios del siglo XX, Campanillas formaba un Partido Rural en el que la población se encontraba dispersa en los cortijos que poblaban la vega.
Algunas de estas haciendas habían
sido heredadas por las hijas o sobrinas de los primeros propietarios. Las
mujeres tenían capacidad legal para heredar y mantener la propiedad, pero no
estaban autorizadas a administrarlas por lo que en la mayoría de los casos eran
los maridos los administradores.
La clase
media de Campanillas era poco numerosa y la componían pequeños propietarios o
trabajadores cualificados.
Las mujeres de la clase media eran
educadas para el matrimonio. La administración de la casa y la educación de
los hijos eran sus principales obligaciones. En el ámbito público siempre
estaba tutelada por el marido, si estaba casada. El matrimonio era casi una
obligación, pues no tenían medios económicos para ser solteras e
independientes.
Entre la clase
social más humilde, la mujer, siempre,
ha contribuido con su trabajo fuera de casa al mantenimiento económico de la
familia. A principios de siglo, el trabajo doméstico y el del campo era el más
común entre las mujeres de Campanillas. Un trabajo no reconocido y mal
remunerado.
En 1931
con la llegada de la República las mujeres vieron reconocidos sus derechos como
ciudadanas. En la nueva constitución elaborada se reconocía el derecho al voto
de las mujeres mayores de 23 años. Clara Campoamor, diputada por el Partido
Radical fue su propulsora. En aquellos
años, las mujeres tenían derecho a ser elegidas diputadas pero no podían votar.
Sólo había tres diputadas: Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken.
En las elecciones de 1933 las mujeres pudieron ejercer su derecho al voto por
primera vez.
Coplas que se cantaban a propósito del derecho al voto de las mujeres.
Ya pueden votar las mujeres
ya tienen libertad
y yo sin un real.
Tengo los
calzones rotos
no quiero
decir ná
vaya que
mi mujer
se
quiera divorciar.
miércoles, 24 de febrero de 2016
INTELHORCE
La fábrica textil de Intelhorce junto con la del Amoniaco y los tejares forma parte de la historia de Campanillas pues muchos de sus trabajadores/as eran vecinos de la Barriada.
La empresa se creó en 1957 a iniciativa del gobierno de Francisco Franco. Su puesta en funcionamiento pretendía dos objetivos: por un lado paliar el paro y revitalizar la industria en la provincia de Málaga y por otro descentralizar el proceso industrial del país. Su construcción se realizó en tres fases, en 1957 se construyó las primeras naves de hilados, en 1962 el edificio de la administración y en 1963 la nave almacén de tejidos.
Además del recinto fabril, se construyó un núcleo residencial para los trabajadores de la fábrica. El grupo de viviendas presentaba diversas tipologías: las de los obreros de tipo plurifamiliar en bloques y las de los directivos, unifamiliares y adosadas.
Hasta 1973 fue una empresa pública integrada en el Instituto Nacional de Industria. En ese año se vendió al grupo textil Castell y en 1989 a Giovanni Orefici, representante en España de Benetton. Por último volvió a ser empresa pública, aunque para entonces, Intelhorce estaba tocada de muerte y a pesar de las ayudas estatales no se consiguió reflotarla y en 2004 desapareció del mapa industrial malagueño.
A lo largo de sus casi cincuenta años de existencia pasaron más de veinte mil trabajadores. El momento más álgido fue en 1975 en el que se llegó a contar con 3.200, de los que más de la mitad eran mujeres. Había tres turnos de trabajo, mañana, tarde y noche. En los primeros años las mujeres solo trabajaban durante los turnos de mañana y tarde.
Intelhorce también pasará a la historia política y social de Málaga, pues en ella se inició parte del movimiento sindical de Málaga.
Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de la Asociación Cultural Torre del Prado
La empresa se creó en 1957 a iniciativa del gobierno de Francisco Franco. Su puesta en funcionamiento pretendía dos objetivos: por un lado paliar el paro y revitalizar la industria en la provincia de Málaga y por otro descentralizar el proceso industrial del país. Su construcción se realizó en tres fases, en 1957 se construyó las primeras naves de hilados, en 1962 el edificio de la administración y en 1963 la nave almacén de tejidos.
Además del recinto fabril, se construyó un núcleo residencial para los trabajadores de la fábrica. El grupo de viviendas presentaba diversas tipologías: las de los obreros de tipo plurifamiliar en bloques y las de los directivos, unifamiliares y adosadas.
Hasta 1973 fue una empresa pública integrada en el Instituto Nacional de Industria. En ese año se vendió al grupo textil Castell y en 1989 a Giovanni Orefici, representante en España de Benetton. Por último volvió a ser empresa pública, aunque para entonces, Intelhorce estaba tocada de muerte y a pesar de las ayudas estatales no se consiguió reflotarla y en 2004 desapareció del mapa industrial malagueño.
A lo largo de sus casi cincuenta años de existencia pasaron más de veinte mil trabajadores. El momento más álgido fue en 1975 en el que se llegó a contar con 3.200, de los que más de la mitad eran mujeres. Había tres turnos de trabajo, mañana, tarde y noche. En los primeros años las mujeres solo trabajaban durante los turnos de mañana y tarde.
Intelhorce también pasará a la historia política y social de Málaga, pues en ella se inició parte del movimiento sindical de Málaga.
Fotos: Archivo Fotográfico y Documental de la Asociación Cultural Torre del Prado
viernes, 29 de enero de 2016
LA CENTRALITA DE TELÉFONOS
En 1924 se creó la Compañía Telefónica Nacional de España y fue en ese año cuando se empezó a construir el edificio que albergaría la central de teléfonos de Málaga. Pocos años más tarde, en 1932 se habilitó una centralita en Campanillas. Tener un terminal de teléfono a principios del siglo XX no estaba al alcance del pueblo por lo que los primeros fueron adjudicados a las instituciones o particulares económicamente acomodados. Así la Guardia Civil tenía asignado el número 1, el 4 pertenecía al cortijo Jurado, el 5 a Rebanadilla, el 8 a Pellizo y el 9 a Somerilla.
Como el enlace entre los distintos teléfonos se hacía de forma manual era muy importante que la persona responsable de la centralita tuviera una buena reputación en la comunidad. La primera encargada de la centralita fue Carmen Campos, hermana de Julio Campos, maestro en Campanillas en 1.930. En 1936 lo fue Manuel Olmedo Gutiérrez y en los años sesenta Lucía Trujillo Gálvez, hija de Isabel Gálvez Olmedo, era la telefonista.
La centralita estaba situada en la calle José Calderón frente
al bar de Rafael Lucena.Foto: Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas.
A. Cultural Torre del Prado
martes, 5 de enero de 2016
LA INDUSTRIA DEL TEJAR
La composición arcillosa del suelo de la vega de
Campanillas-Guadalhorce ha hecho que desde la antigüedad se ubicasen en la zona
hornos de alfarería e industria del tejar.
En Campanillas, el primer tejar del que se
tienen noticias data de 1890 y perteneció a José López Rodríguez. Estaba
ubicado en terrenos al pie de cerro Vallejo. En él el ladrillo se fabricaba
amasando la arcilla con los pies, se ponía en moldes y se secaban al sol. Pero
el apogeo de esta industria se produjo en la década de los sesenta del siglo XX
a rebufo del auge de la construcción en la Costa del Sol.
Los nuevos tejares tenían hornos
que funcionaron en un principio con orujo y más tarde se utilizó el fuel
y el carbón. Los primeros fueron empresas particulares, pero más tarde se
convirtieron en cooperativas de trabajadores.
Antes de la crisis sufrida en la década de los ochenta del siglo XX, había doce tejares. En una primera reconversión se cerraron cinco de ellos y los restantes se mantuvieron en pie y vivieron otra época de esplendor a comienzos del siglo XXI. La crisis del ladrillo provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria terminó con esta industria en Campanillas.
Antes de la crisis sufrida en la década de los ochenta del siglo XX, había doce tejares. En una primera reconversión se cerraron cinco de ellos y los restantes se mantuvieron en pie y vivieron otra época de esplendor a comienzos del siglo XXI. La crisis del ladrillo provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria terminó con esta industria en Campanillas.
A nivel socio-económico la industria del tejar ha sido muy
importante; se produjo un notable aumento de la población pues su auge atrajo a gente de distintos lugares de Andalucía con
tradición alfarera como Linares, Zocueca o Las Gabias y además sirvió para que
numerosos jornaleros de los cortijos de la Vega de Campanillas encontraran un
puesto de trabajo cuando se produjo la mecanización del campo.
También a nivel medioambiental, los tejares han dejado una huella
bastante visible en el paisaje de Campanillas al estar las canteras de arcilla al lado de
las mismas fábricas.
AS.Cultural Torre del Prado
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