martes, 25 de marzo de 2014

LOS VINOS DE CAMPANILLAS

Sala de embotellado de la bodega de Francisco Ruiz

Texto: Josefina Molino
Fotos: Archivo Fotográfico y
 Documental de Campanillas

Sala de toneles de la bodega de Francisco Ruiz









La producción de vinos y pasas es una actividad económica que forma parte de las señas de identidad malagueñas. Desde la antigüedad, los vinos y pasas de Málaga  se han reconocido y apreciado como productos exquisitos.
Bodega de Francisco Ruiz
            No está muy claro si fueron los griegos o los fenicios los que importaron el cultivo de la vid, pero está documentado que los romanos ya elaboraban vino con uvas cosechadas en la vega del Guadalhorce. Los árabes  vieron en su elaboración una buena fuente de ingresos y a pesar de la prohibición coránica fomentaron su producción; los Reyes Católicos, por su parte, auspiciaron la creación de una Hermandad de Viñeros que controlara su calidad y ayudara a su comercialización.
            Los vinos de Málaga alcanzaron su fama internacional en el siglo XVIII.  Se cuenta que en 1791 el embajador español en Moscú obsequió a la zarina de Rusia, Catalina II, con unas cajas de vino y le gustó tanto, que eximió de impuestos a todos los caldos malagueños.

            Por su parte las pasas de Málaga alcanzaron fama internacional en la segunda mitad del siglo XIX y se convirtieron junto con el vino en uno de los productos más rentables de la economía provincial.
                   Aunque como estamos viendo el cultivo de la vid es muy antiguo, es en la segunda mitad del siglo XIX y primeros años del siglo XX cuando alcanza su cenit. En estos años, la presión demográfica  por el aumento de la población y las leyes desamortizadoras de los gobiernos liberales hicieron que muchas tierras que permanecieron incultas hasta entonces, se roturaran y se pusieran en cultivo. 


Los vinos de Campanillas


A finales del siglo XIX, entre 1865 y 1880, en la provincia de Málaga se produjo un aumento espectacular del cultivo de la vid. Todas las tierras que se roturaron en esos años fueron destinadas a viñas. En Campanillas coincidió con la privatización de las dehesas y podemos decir que prácticamente todos los nuevos propietarios, pequeños y medianos plantaron vides. En 1880 había sembradas más de 600 ha. de viñedos. La variedad cultivada era la Moscatel de Alejandría pues los terrenos esquistosos e inclinados eran buenos para ello al no retener apenas el agua, dando así unos frutos de finos aromas y dulce sabor, que servían tanto para la elaboración de vinos como de pasas.


A pesar de que el cultivo de la vid  en Campanillas se venía practicando desde muy antiguo, es de principios del XX cuando se tiene constancia de que en los principales cortijos hubiera lagares para la elaboración de vino. El cortijo Jurado, hacienda Quintana, hacienda Sta. María o hacienda S. Francisco son algunos de ellos. El vino elaborado en estos lagares se comercializaba con el nombre genérico de Moscatel de Málaga.
            La bodega Barceló y Torres, propietaria de las haciendas S. Enrique y S. Antonio, tenía a gala el poseer viñedos en la vega de Campanillas y así lo explicaba en su publicidad; lo mismo ocurría con la compañía F.C. Bevan de la que encontramos diversas postales con escenas de la vendimia en la vega; otras como Schotlz y Pérez Texeira  comercializaron un vino denominado “Moscatel Campanillas”. Incluso la casa Larios puso en el mercado la marca “Moscatel Colmenares”, haciendo clara alusión al cortijo Colmenares del que eran propietarios.
            Para la elaboración del vino de Campanillas se extendían las uvas al sol durante una semana y así adquirían una semipasificación y mayor concentración de azúcares en el mosto. Los lagares, que existían en algunos de los cortijos, estaban formados por un suelo de grandes losas de piedra donde se tendían los racimos y allí se rompían con golpes dados con un artilugio de madera que llamaban “Tarabita”. Luego se llevaba a cabo la “pisa” realizada por un conjunto de hombres que, calzados con alpargatas de esparto y con los pantalones remangados hasta las rodillas, ejecutaban una especie de danza sobre los racimos hasta dejarlos hechos una masa o pasta. En un extremo del lagar a más bajo nivel  que el suelo, había una pequeña alberca llamada  “trujal” donde se recogía el mosto que se iba desprendiendo de la “pisa”. A este primer jugo se  llamaba “lágrimas”; al que se obtenía aplicando una mínima presión sobre la masa se le llamaba “mosto de yema” y finalmente quedaba el que se obtenía del prensado de la masa.Al fermentar estos tres tipos de mosto por separado se obtenían tres variedades de vinos: Naturales,  Maestros, y Tiernos. 
           Una vez terminada la fermentación los vinos quedaban turbios por las impurezas en suspensión de las materias sólidas del fruto y del efecto de las levaduras. Para clarificarlos había que trasegarlos a otras vasijas donde se les añadían otros productos. Los más utilizados para este proceso eran la sangre de vaca que se recogía de los mataderos y las claras de huevo batidas a punto de nieve.
            Después de clarificarlos se filtraban para conseguir su total limpieza y brillantez. Para que los vinos consiguieran un equilibrio de aromas y sabores se tenían un determinado tiempo en botas de madera de roble americano, así adquirían carácter y “cuerpo”.  La fase de crianza tenía que durar al menos dos años y  a partir de ahí dependiendo del tiempo que permaneciera en botas, tendría más o menos añejamiento.
             A finales  de la primera mitad del siglo XX se cerró el último largar de Campanillas, era propiedad de  Francisco Ruiz. La mayoría de los vecinos más antiguos lo conocían como “el lagar de Frasquito Ruiz” y estaba ubicado en la calle Ruiz y Maíquez, popularmente conocida como “la longaniza”. En esta bodega se elaboraba vino que se consumía tanto en las tabernas de Campanillas y Málaga como en las de los pueblos de la comarca del Guadalhorce.





También se comercializó vinagre con el nombre de Campanillas





Etiquetas donadas al Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas por Manuel Martínez Molina

Bibliografía y fuentes:


Archivo Municipal de Málaga legajos 60  y 27 C

Bello Zambrana, Francisco: Los vinos de Campanillas en Memoria Gráfica de Campanillas.  Círculo Cultural Campanela. Málaga 2001.

Justicia Segovia, A y Ruiz Sinoga, José D.: Especialización agrícola y desarticulación del espacio. La viticultura en Málaga durante el siglo XIX.  Servicio de publicaciones de la Diputación Provincial de Málaga. 1987.

Molino Peregrina, J. y Gómez Martín, P: El partido rural de Campanillas a finales del siglo XIX. Jábega nº 95. Diputación Provincial de Málaga. 2006


Valencia Díaz, Félix: Monografía sobre los vinos de Málaga. Salamanca 1980.

Testimonios orales de Manuel Martínez Molina y Luis Guerado


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