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Sala de embotellado de la bodega de Francisco Ruiz |
Texto: Josefina Molino
Fotos: Archivo Fotográfico y
Documental de Campanillas
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Sala de toneles de la bodega de Francisco Ruiz |
La producción de vinos y
pasas es una actividad económica que forma parte de las señas de identidad
malagueñas. Desde la antigüedad, los vinos y pasas de Málaga se han reconocido y apreciado como productos
exquisitos.
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Bodega de Francisco Ruiz |
No está muy claro si
fueron los griegos o los fenicios los que importaron el cultivo de la vid, pero
está documentado que los romanos ya elaboraban vino con uvas cosechadas en la
vega del Guadalhorce. Los árabes vieron
en su elaboración una buena fuente de ingresos y a pesar de la prohibición coránica
fomentaron su producción; los Reyes Católicos, por su parte, auspiciaron la
creación de una Hermandad de Viñeros que controlara su calidad y ayudara a su
comercialización.
Los vinos de Málaga
alcanzaron su fama internacional en el siglo XVIII. Se cuenta que en 1791 el embajador español en
Moscú obsequió a la zarina de Rusia, Catalina II, con unas cajas de vino y le
gustó tanto, que eximió de impuestos a todos los caldos malagueños.
Por su parte las
pasas de Málaga alcanzaron fama internacional en la segunda mitad del siglo XIX
y se convirtieron junto con el vino en uno de los productos más rentables de la
economía provincial.
Aunque como estamos viendo el
cultivo de la vid es muy antiguo, es en la segunda mitad del siglo XIX y
primeros años del siglo XX cuando alcanza su cenit. En estos años, la presión
demográfica por el aumento de la
población y las leyes desamortizadoras de los gobiernos liberales hicieron que
muchas tierras que permanecieron incultas hasta entonces, se roturaran y se
pusieran en cultivo.
Los vinos de Campanillas
A finales del siglo XIX, entre 1865 y 1880, en la provincia de Málaga
se produjo un aumento espectacular del cultivo de la vid. Todas las tierras que
se roturaron en esos años fueron destinadas a viñas. En Campanillas coincidió
con la privatización de las dehesas y podemos decir que prácticamente todos los
nuevos propietarios, pequeños y medianos plantaron vides. En 1880 había sembradas
más de 600 ha. de viñedos. La variedad cultivada era la Moscatel de Alejandría
pues los terrenos esquistosos e inclinados eran buenos para ello al no retener
apenas el agua, dando así unos frutos de finos aromas y dulce sabor, que servían
tanto para la elaboración de vinos como de pasas.
A pesar de que el cultivo de la vid
en Campanillas se venía practicando desde muy antiguo, es de principios
del XX cuando se tiene constancia de que en los principales cortijos hubiera
lagares para la elaboración de vino. El cortijo Jurado, hacienda Quintana,
hacienda Sta. María o hacienda S. Francisco son algunos de ellos. El vino
elaborado en estos lagares se comercializaba con el nombre genérico de Moscatel
de Málaga.
La bodega Barceló y
Torres, propietaria de las haciendas S. Enrique y S. Antonio, tenía a gala el poseer
viñedos en la vega de Campanillas y así lo explicaba en su publicidad; lo mismo
ocurría con la compañía F.C. Bevan de la que encontramos diversas postales con
escenas de la vendimia en la vega; otras como Schotlz y Pérez Texeira comercializaron un vino denominado “Moscatel Campanillas”.
Incluso la casa Larios puso en el mercado la marca “Moscatel Colmenares”,
haciendo clara alusión al cortijo Colmenares del que eran propietarios.
Para la elaboración
del vino de Campanillas se extendían las uvas al sol durante una semana y así adquirían
una semipasificación y mayor concentración de azúcares en el mosto. Los
lagares, que existían en algunos de los cortijos, estaban formados por un suelo
de grandes losas de piedra donde se tendían los racimos y allí se rompían con
golpes dados con un artilugio de madera que llamaban “Tarabita”. Luego se
llevaba a cabo la “pisa” realizada por un conjunto de hombres que, calzados con
alpargatas de esparto y con los pantalones remangados hasta las rodillas,
ejecutaban una especie de danza sobre los racimos hasta dejarlos hechos una
masa o pasta. En un extremo del
lagar a más bajo nivel que el suelo,
había una pequeña alberca llamada
“trujal” donde se recogía el mosto que se iba desprendiendo de la
“pisa”. A este primer jugo se llamaba
“lágrimas”; al que se obtenía aplicando una mínima presión sobre la masa se le
llamaba “mosto de yema” y finalmente quedaba el que se obtenía del prensado de
la masa.Al fermentar estos tres tipos de mosto por separado se obtenían tres variedades
de vinos: Naturales, Maestros, y Tiernos.
Una vez terminada la fermentación los vinos quedaban
turbios por las impurezas en suspensión de las materias sólidas del fruto y del
efecto de las levaduras. Para clarificarlos había que trasegarlos a otras
vasijas donde se les añadían otros productos. Los más utilizados para este
proceso eran la sangre de vaca que se recogía de los mataderos y las claras de
huevo batidas a punto de nieve.
Después de
clarificarlos se filtraban para conseguir su total limpieza y brillantez. Para
que los vinos consiguieran un equilibrio de aromas y sabores se tenían un
determinado tiempo en botas de madera de roble americano, así adquirían
carácter y “cuerpo”. La fase de crianza
tenía que durar al menos dos años y a
partir de ahí dependiendo del tiempo que permaneciera en botas, tendría más o
menos añejamiento.
A finales de la primera mitad del siglo XX se cerró el
último largar de Campanillas, era propiedad de Francisco Ruiz. La mayoría de
los vecinos más antiguos lo conocían como “el lagar de Frasquito Ruiz” y estaba
ubicado en la calle Ruiz y Maíquez, popularmente conocida como “la longaniza”.
En esta bodega se elaboraba vino que se consumía tanto en las tabernas de
Campanillas y Málaga como en las de los pueblos de la comarca del Guadalhorce.
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También se comercializó vinagre con el nombre de Campanillas |
Etiquetas donadas al Archivo Fotográfico y Documental de Campanillas por Manuel Martínez Molina
Bibliografía y fuentes:
Archivo Municipal de Málaga legajos 60
y 27 C
Bello Zambrana, Francisco: Los
vinos de Campanillas en Memoria Gráfica de Campanillas. Círculo Cultural Campanela. Málaga 2001.
Justicia Segovia, A y Ruiz
Sinoga, José D.: Especialización agrícola y desarticulación del espacio. La
viticultura en Málaga durante el siglo XIX.
Servicio de publicaciones de la Diputación Provincial de Málaga. 1987.
Molino Peregrina, J. y Gómez
Martín, P: El partido rural de Campanillas a finales del siglo XIX. Jábega nº
95. Diputación Provincial de Málaga. 2006
Valencia Díaz, Félix: Monografía
sobre los vinos de Málaga. Salamanca 1980.
Testimonios orales de Manuel Martínez Molina y Luis Guerado